viernes, 15 de marzo de 2013

¿Qué es la realidad? Disertación finalista. III Olimpiada filosófica.






Imagen cedida por cortesía de Iván Laserna Plaza


Definir la realidad ha sido una de las empresas más duras que la filosofía ha tenido que enfrentar, y aún no ha habido una respuesta que satisfaga a todo el mundo. ¿Por dónde empezar? Mediante el análisis. Yo tengo por pobre la opinión de aquellos que no consideran las partes más precisas de un todo para poder definir a éste, es decir, por percibir al todo de manera automática, superior y anterior a sus partes sin tenerlas en consideración. Lo veremos más claro con un ejemplo.

No hace mucho me pidieron, en un ejercicio de análisis y perspicacia, que indicara en un plano de la geografía política del mundo la situación exacta de mi hogar disponiendo para ello de únicamente el dedo índice de mi mano. Yo, creyendo hacer lo que me pedían, señalé el área de la Península Ibérica, a lo que me preguntaron dos cosas: ¿Es verdadero el lugar que señalas? Y, ¿te podrías haber acercado aún más a su posición exacta usando en vez del dedo una lupa y un lápiz, que podrían ser cada vez más perfectos? Respondí que sí, y así lo hice concluyendo que cuanto más me esforzaba por buscar donde vivía con lupas y lapiceros más perfectos me acercaba progresivamente a la localización verdadera. Así podríamos considerar que hubiera en un perfecto límite infinito de lupas y lapiceros que me ofreciera, en un punto singular, la verdad. Aplicando este método de análisis intensivo el ser humano ha separado las partes de la realidad para tratar de entenderla. Por ejemplo, el ser humano ha sido dividido en aparatos, sistemas, órganos, tejidos, células, moléculas, átomos, partículas subatómicas... Y cada nivel es lo que es por lo que es el nivel inmediatamente anterior. ¿Pero hay un nivel del que no se pueda ir más allá, un nivel primero, un nivel que no ocupe espacio, tiempo y que no sea nada porque no hay un nivel inferior? ¿Un "punto" infinitamente pequeño que podamos considerar como el final de nuestro análisis a partir del cual podríamos explicar toda la realidad? ¿Pero cómo un punto que no es nada puede convertirse en niveles que si son? Vayamos poco a poco. Veamos la naturaleza del punto.

Supongamos ser inmortales, así podríamos contemplar eternamente un cuadro blanco y llamarlo realidad. Podríamos permanecer inmóviles frente a la pantalla y no percibir con nuestros ojos la aparición espontánea de un punto oscuro pequeñísimo en medio de ésta. Tampoco podríamos apreciar sucesivos puntos negros igual de microscópicos repartidos homogéneamente por el blanco fondo que aparecieran esporádicamente a intervalos reculares de tiempo muy largos. Otro observador, que en un principio también visionaba un fondo blanco y que cesó en la observación un tiempo larguísimo, no dudará en considerar que el blanco habrá tornado en negro y será una nueva realidad. Sin embargo, para nosotros, observadores perpetuos, la realidad seguirá siendo la misma, blanca, porque no habremos percibido la tendencia mínima de cambio. Para nosotros la llegada de este punto, que no es nada, no supone cambio; no añade ni resta nada. Y si consideramos muchas "nadas" no variará la realidad. ¿Pero si nos encontráramos con el otro observador qué pasaría? Para nosotros la realidad no ha cambiado, para él sí. ¿Quién dice la verdad? ¿Los dos? ¿Ninguno? ¿Por qué vemos dos realidades distintas?

De la misma manera que un color se convierte en otro, un objeto se puede transformar en otro por el mismo mecanismo de adición de puntos infinitesimales de cambio. Un choche puede ser un lapicero, un perro puede ser un árbol, una célula puede ser un protón, un átomo puede ser una ballena, una mota de polvo puede ser un planeta... Y así con todo objeto. Un observador que ha partido de una mota de polvo y no ha percibido la tendencia mínima de cambio creerá que siempre está viendo una mota de polvo, cuando otro observador que ha superado la transición infinitesimal podrá distinguir entre un planeta y una mota de polvo. Así todo objeto es todo objeto. Pero esta idea se ve mejor con la linealidad del espacio y el tiempo.

Si un observador inmortal considera esta vez dos cuerpos separados por una distancia y cada millón de años se acercan la décima parte de un milímetro creerá en todo momento que los cuerpos están separados. Otro observador que haya cesado y posteriormente regresado tras varios miles de millones de años a la contemplación verá que los cuerpos ya no están separados, están juntos. Así un objeto se puede acercar a otro, en este caso, por el acercamiento infinitesimal progresivo. Con esto quiero decir que el espacio no existe, que todo está en contacto con todo, que no hay distancias. De manera análoga dos eventos en el tiempo son próximos sea cual sea su distancia temporal, lo que elimina los intervalos. ¿Pero tan sencillo es negar el espacio, el tiempo y las cosas? ¿Qué es lo que hace que haya dos visiones diferentes?

Vayamos atrás en la argumentación, busquemos un ejemplo que unifique mis anulaciones y demos una respuesta a la disparidad de opinión. La humanidad, o la gran mayoría de ésta, considera la evolución biológica un hecho. Imaginemos un homo sapiens. Ahora imaginémoslo pasado un segundo, ¿ha cambiado? Un segundo es muy pequeño comparado con la vida de una persona, intuimos que el cambio que se puede producir en un segundo es insignificante comparado con lo que puede mutar a lo largo de su existencia, es decir, basamos el cambio en la proporción. Si percibimos el cambio como ínfimo, comparado con la totalidad del sistema de referencia que tomemos, lo anulamos. Pensemos pues en el primer homo sapiens, ahora pensemos en un homo sapiens actual, después de cien mil años, ¿ha cambiado? ¿Por qué ahora aseguraríamos firmemente que hemos evolucionado? Sencillamente porque consideramos que el cambio que se puede producir en cien mil años es mucho más significativo que el cambio que se puede dar a lo largo de una vida humana. Pero si partimos de otro sistema de referencia, por ejemplo, la vida del universo; estos cien mil años se vuelven ridículos y el cambio no se hace efectivo. Por qué sino las cámaras de grabación superlenta pueden transformar los segundos en minutos. Por el mismo motivo las distancias kilométricas son minúsculas en los los mapas. Por tanto partiendo de un sistema de referencia supremo se podría asegurar que toda distancia espaciotemporal es nula y que toda realidad es toda realidad.

Este sistema de referencia sería el único válido por que es el que asegura las dos proposiciones opuestas de nuestros observadores. Si todo es todo una realidad es ella misma y cualquier realidad así que los dos observadores dicen la verdad.

Sin embargo soy consciente de que este pensamiento no se lleva a cabo, soy consciente de que vivimos en un mundo de distancias, medidas, movimiento, objetos y realidades concretas... Pero, ¿por qué? ¿Por qué utilizamos los calendarios, relojes o cintas métricas? Porque tenemos una concepción pragmática de la verdad. William James pensaba así, afirmaba que el conocimiento real era aquel que saciaba las necesidades y los intereses de los seres humanos, proporcionando a la verdad un valor cuantitativo en función de los beneficios y utilidades que podamos extraer de ella. Así hemos acotado la realidad como expuse al principio, añadimos etiquetas, imponemos el nominalismo de Guillermo de Ockham porque nos es útil, nos es provechoso conocer el mundo de esa forma. Como nunca alcanzaremos ese sistema de referencia supremo creamos el nuestro propio, creamos un sistema de unidades ajustado a nuestra concepción de la realidad, unas leyes empíricas basadas en la noción necesaria de causa y efecto, creamos, en definitiva, una realidad medible.

El ejemplo más claro de este hecho es la ciencia empírica en todo su esplendor. Las aplicaciones de las leyes de la física, la biología y la química son innumerables y todas suponen una mejoría a la supervivencia de la humanidad, por eso se confía plenamente en ellas. En resumen, las personas somos como los caballos con orejeras, queremos avanzar por un camino lleno de obstáculos en el que no importa la realidad que nos rodea, sino la realidad que nos permite superarlos de la manera más beneficiosa posible.

Aún me quedaba un pilar más por derribar para responder a todas las preguntas, las Matemáticas. Apliquemos el método, partamos de una circunferencia de radio conocido y aumentemos infinitamente su radio, ¿qué tenemos? una recta. ¿Y si lo redujéramos a cero? Un punto. La recta y el punto no son circunferencias. Los elementos maximizados al infinito o minimizados al cero dejan de ser dichos elementos. ¿Podemos pensar en un número infinito de naranjas? ¿No sería lo mismo que pensar en cero naranjas? ¿No coincidiría el infinito con el cero? Igual que la esfera que hace retornar al cuerpo a su punto de origen, como el reloj que se comba sobre sí mismo cuando llega la medianoche, el punto máximo y mínimo; el último y primero; el cero y el infinito no son más que dos vistas, en la misma dirección con sentidos opuestos, de la misma realidad. Y así a = a; a = a + 0; a = a + ∞; a = ∞; a = 0; b = b; b = b + 0; b = b + 0; b = b + ∞; b = ∞; b = 0; a = b. Es decir que todo valor determinado es él mismo, otro valor indetrminado, cero e infinito. Infinito es cero.
En conclusión la realidad es todo y nada, un punto nulo en el que no existe el espacio, el tiempo y los objetos; y un punto infinito de espacio, tiempo y objetos infinitos al que solo se puede alcanzar tomando un sistema de referencia supremo o ínfimo; o bien la realidad es un valor indeterminado medible a través de la ciencia con un espacio, un tiempo y unos objetos determinados.

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